lunes, 23 de agosto de 2010

"El egoísmo de los niños pequeños"

Una de las características que más llama la atención en los niños pequeños que comienzan a sociabilizar con otros niños de su edad, es su “naturaleza egocéntrica”. Ellos piensan que sus compañeros de juego deben asumir sus deseos como ordenes de manera natural, no logrando entender porqué no pueden conseguir su cometido.

Desde su primer día de vida el bebé comienza a recibir una serie de atenciones que le permiten sobrevivir en un ambiente totalmente nuevo para él, sus padres se esmeran en realizar esta tarea de la mejor manera posible acompañando todas sus acciones con una cuota infinita de afecto, de esta manera su entorno se convierte en su único mundo, y a medida que lo conoce lo incorpora en su registro interno de elementos que formarán un incipiente pensamiento de tipo egocéntrico, en otras palabras, ellos piensan que todo el mundo les pertenece, y probablemente así sea .

Con el paso de los meses los pequeños amplían sus exploraciones y con esto las fronteras de su conocimiento, de esta manera cuando logran cierta independencia ya cuentan con una visión particular sobre las cosas, y lo manifiestan a través de algunas palabras. Es preciso señalar que durante esta primera etapa del desarrollo todos los elementos que el niño ha incorporado, dependen de sus sentidos, esto quiere decir que para ellos el mundo existe sólo en términos concretos y está limitado a sus propias experiencias, que para él, son las mismas que vivencian todas las personas que participan de ese entorno. Esto lo lleva a pensar que los demás entienden y comparten todas sus ideas.

Si a un niño en esta etapa de su desarrollo le mostramos una granja con caballos, burros, bisontes, ciervos, leones, etc. reconocerá sólo a aquellos animales que ha podido conocer en sus exploraciones previas, agrupando a todas las demás especies bajo esas referencias, por ejemplo si él sólo ha visto caballos, dirá que todos los animales son caballos. Mostrarle lo diferente que es un caballo de un tigre, le provocará una reacción de extrañeza, negación e incluso puede llegar a una pataleta, pero pronto su capacidad exploratoria le permitirá prestar atención a las palabras del adulto significativo y aceptará la explicación, aunque esto puede requerir un poco de dedicación y paciencia. No sucede lo mismo si otro niño intenta mostrarle aquella diferencia, en ese caso el niño defenderá su “postura egocéntrica” y dirá simplemente que es un caballo.

A medida que los niños interactúan con otros infantes, comienzan a insertarse en un espacio que les resulta nuevo, pero común para todos, encontrando resistencias muchas veces a su “postura egocéntrica”, no es extraño que les cueste desprenderse de sus juguetes, o compartirlos con otros niños, por que para ellos son parte de un preciado tesoro personal que no están dispuestos a compartir. Pero a medida que interactúan con otros niños les resulta comprensible entregar sus tesoros, aunque a ratos aflore su pensamiento egocéntrico y lo manifieste con algunas actitudes egoístas. Esto resulta comprensible si consideramos que todos los niños que participan de ese espacio común han tenido o debieran haber tenido un entono afectivo similar al de él, cultivando el mismo tipo de pensamiento. En este sentido, resulta importante considerar el contexto familiar del niño como un espacio de aprendizaje que le permita conocer de manera más o menos saludable ese mundo real que ha comenzado a explorar, encontrando en la tolerancia a la frustración una de las mayores fortalezas que puede desarrollar para esa tarea. En otras palabras, si el pequeño ha experimentado la frustración de manera natural y sana con los padres o con las figuras significativas de su mundo, le será mucho más sencillo adaptarse en este nuevo entorno.

Es importante señalar que los niños en esta edad aprenden de su entorno familiar todas aquellas actitudes que le permiten relacionarse con sus pares, aunque muchas veces no seamos conscientes de cómo ocurre esto. Pero si prestamos atención a nuestras actitudes probablemente nos veamos reflejados en ellos.

Concluyendo, en nuestra primera reflexión debemos replantearnos el significado de la frase: “los niños son egoístas”, probablemente lo sean ante la mirada de los padres, pero este egoísmo es saludable en la primera etapa del desarrollo, por que permite un crecimiento seguro tanto físico como psicológico para los niños. De los padres depende que esta conducta se elabore de buena manera a medida que vayan creciendo y comiencen a integrarse a un mundo que va más allá de las fronteras de su hogar y su familia. Como ya lo hemos señalado los procesos son lentos así que debemos ser pacientes, cariñosos y entregar seguridad al niño. Reforzar las conductas que estimulen la sana integración con los demás niños, es una tarea que deben asumir los padres o cuidadoras.

Una segunda reflexión importante es la del manejo de la frustración en los niños, lo que resulta de vital importancia cuando comienzan a vivir experiencias fuera del contexto familiar, este es un tema que ya hemos abordado en otros artículos por que es primordial en el desarrollo de la personalidad de nuestros hijos. Resulta mucho más saludable que un niño aprenda a familiarizarse con la palabra “no”, en un contexto familiar de seguridad, cariño y respeto, a tener que vivenciar las primeras negaciones en un contexto desconocido, inseguro y ajeno para él, lo que pudiera provocar un retraimiento en su desarrollo social.

Podemos señalar que una de las cosas más importantes en el desarrollo del niño, es su capacidad para establecer relaciones sociales fuera del ámbito familiar, cuestión que dependerá en gran medida de lo que haya aprendido con sus padres y sus figuras significativas en su entorno más próximo.

Por último, es importante considerar a los niños pequeños como lo que son, niños pequeños. Ellos creen tener siempre la razón, pero si somos generosos en tiempo y dedicación aprenderán a conocer las cosas de acuerdo a nuestras enseñanzas y ejemplos. Lo importante es ser paciente y mantener una comunicación que permita crear lazos de confianza con ellos. Los niños adoptan las actitudes de aquellas personas que le resultan significativas en su vida, de ahí la importancia de que seamos nosotros, los adultos, quienes discriminemos dando un buen ejemplo, porque ellos son niños y aprenden de nosotros día a día…

Saludos.
José Luis Torres Cañoles.
Psicólogo.