domingo, 11 de julio de 2010

Un dia cualquiera.


Una vez alguien me dijo “los hijos son prestados, cuando crecen se van de la casa y hacen su vida, así que hay que disfrutarlos cuando son pequeños”. Esas palabras las mencionó un señor de barba descuidada y pelo canoso mientras miraba a Cristóbal, era como si estuviera viendo a su pequeño hijo. Sus palabras eran pausadas y sus ojos cristalinos, creo que de emoción, como si esperara que aquel momento lo llevara a una etapa anterior de su vida -y creo que lo hizo- como si se hubiese dado cuenta que algo falto en aquellos tiempos rememorados. Pero ya habían pasado muchos años, y su hijo ya no era aquel niño, era un hombre. No le pregunte nada, solo me limite a asentir con la mirada y con una tímida sonrisa. Nunca he conversado mucho con él, y me sorprendió que se haya acercado y me haya dicho esas palabras, creo que trato de enseñarme una lección de vida, y eso siempre se agradece. Luego aquel hombre se alejo y continúo con su bohémica vida.

Muchas personas tienden a pensar que los seres humanos nacemos con una forma de ser definida, que ante eso no podemos hacer mucho, frases como: “de chiquito fue malo”, “siempre fue burro” o “siempre fue flojo” forman parte del sentido común de alguna familias de nuestra sociedad, pero ¿qué hay de cierto en eso? Cuando nacemos tenemos ciertas características que nos hacen seres individuales, distintos de los demás, eso es parte de la genética que no podemos ni debemos obviar y que nos acompañara durante toda nuestra vida. Si un bebé tiene un llanto más recurrente que otro estando fisiológicamente bien, no significa que debamos etiquetarlo como un niño llorón, debemos aprender a tratarlo de manera distinta, lo que no significa (como se podría pensar) que se esta formando un niño dependiente, por el contrario se le estará entregando aquellos cuidados necesarios que ese niño requiere, para así cultivar la confianza básica que necesita para ser independiente. Por el contrario si no prestamos las atenciones necesarias que demanda aquel niño, no se desarrollará esa confianza básica y probablemente será un niño inseguro, falto de afecto, dependiente y demandante de los padres, y de las futuras relaciones sociales que entable siendo niño, joven y adulto.

Este ejemplo nos invita a reflexionar en torno a la responsabilidad que tenemos frente a la crianza de nuestros hijos, si tuviéramos que resumir todo lo concerniente a la salud emocional de ellos en unas pocas palabras, tendríamos decir que: debemos generar el mejor ambiente posible para un desarrollo sano. Al nacer, lo hacemos con una estructura física que condiciona hasta cierto punto alguna de nuestras capacidades, lo que no quiere decir que debamos tener una conducta pasiva frente a esto. Un niño puede tener facilidades y ciertas destrezas en el ámbito cognitivo, pero si no se le genera un ambiente adecuado probablemente no desarrolle todas estas capacidades. Por otro lado, un niño puede no demostrar tantas aptitudes en el plano cognitivo, sin embargo si le generamos un ambiente de seguridad, confianza y una estimulación adecuada puede desarrollarse en este ámbito de manera prominente.

El ambiente que genera el grupo familiar en torno a la crianza del niño debe ser consensuado, respetuoso y cariñoso. Es importante tomar conciencia sobre como influimos en la formación de los más pequeños de la casa, creo que es una buena forma de contribuir al bienestar de la familia y la sociedad en general.

Es probable que aquel hombre de barda descuidada y pelo canoso haya aprendido esto a través de los años, y con la mejor de las intenciones me dirigió aquellas sabias palabras. Creo que no debemos esperar que pasen los años para ver si fuimos “buenos padre”, en este sentido podemos decir que los hijos son el futuro, pero antes que nada son el presente.

José Luis Torres
Psicólogo